Yo, soy de pueblo, y muy orgullosa por ello, de un
pueblo gaditano. Mi inicio en la agricultura se lo debo a mi abuelo Fermín, en
cuyo huerto crecí.
Recuerdo cómo le acompañaba mientras revisaba
las habas, los pimientos, cómo limpiaba
de malas hierbas, escarbando aquí, tutorando allá, y cómo siempre le pedía un
tomate, que cortaba directamente de la mata, lo abría por la mitad y cada uno
se tomaba su parte. Eso que para mí era normal, ahora lo veo un lujo, y me
siento dichosa de haber vivido aquello.
Mi abuelo me fue transmitiendo con sus
enormes manos, qué significa trabajar la tierra, y por supuesto, que las
verduras no salen de la nevera. Como muchos niños de ciudad creen, o ni se
plantean.
Ahora que vivo en Madrid, he buscado esa
inercia de lo verde, lo busco en cada parte de mi vida, en mi alimentación, en
mi profesión, y ya son varias
experiencias exitosas de huertos que, aunque parezca increíble, he vivido en lo
más profundo de la ciudad.
Y es que Madrid ya cuenta con más de 30
huertos urbanos, dirigidos en la mayoría de los casos por asociaciones
vecinales, sin ánimo de lucro y para el autoconsumo. Pero además, el huerto, se
convierte no sólo en una experiencia campestre en medio del asfalto, sino en un
lugar de encuentros, interrelaciones, comunicación,… se convierte en pequeña
plaza más del barrio, y eso, me encanta.
En Madrid, es ahora un fenómeno: “el huerto
urbano”, y el Ayuntamiento, en vez de darle la espalda, o desmantelarlo, se
plantea absorberlo como paisaje de la ciudad. A parte de las querencias
políticas, que siempre hay detrás de cada actuación, me quedo con lo positivo, y
ojalá llegue a buen puerto esta iniciativa que ya está sobre la mesa, después
de meses de conversaciones y negociaciones con asociaciones de vecinos y la
propia Red de Huertos de Madrid, parece que sale con buenas intenciones.
En estos días, en los que
colaboro con un nuevo huerto urbano, La Huerta de Tetuán, hemos tenido
experiencias muy bonitas, y cada vez son más personas las que se acercan a
conocernos.

La gran proeza de la naturaleza, que a veces se pierde en el camino, la vivimos ahora en el asfalto de Madrid.
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